Más allá de cómo los llamemos, Marvel tiene un nuevo equipo de héroes y vienen pisando con fuerza. Bajo la dirección de Jake Schreier y con un reparto estelar liderado por Florence Pugh, Sebastian Stan y David Harbour, entre otros, Thunderbolts* llega a las salas de cine como un soplo de aire fresco y un alivio para los fans del UCM: es una de las mejores producciones de la franquicia en los últimos tiempos.

Inspirada en la serie de cómics de Marvel publicada por primera vez en 1997, Thunderbolts* tiene una doble misión. Por un lado, cerrar una Fase 5 marcada por más decepciones que éxitos, pero principalmente la de ser el nexo con una Fase 6 que está marcada por el regreso de la saga Vengadores siete años después de Vengadores: Endgame, una etapa que genera tanta expectación como dudas en el público.

Con sus integrantes ya confirmados para Vengadores: Doomsday -la quinta entrega de la saga-, el punto de partida de la película de los Thunderbolts no trata sobre la formación de un equipo de héroes para salvar el mundo, sino todo lo contrario. Reunir a grupo de antihéroes solitarios y atormentados que no solo tienen en común que a todos ellos les persigue un pasado problemático del que les gustaría huir para siempre, sino también la mala suerte de trabajar para Valentina Allegra de Fontaine (Julia Louis-Dreyfus). La nueva directora de la CIA ha ideado un plan para reunirlos que se transformará de una trampa mortal a una misión crucial para evitar que el mundo caiga en la oscuridad.

El equipo está formado por Yelena Belova (Pugh), Bucky Barnes (Stan), Guardián Rojo (Harbour), Fantasma (Hannah John-Kamen) y John F. Walker (Wyatt Russell) y ni tengo ningún problema en afirmar que son lo mejor de la película de Schreier. Cada uno de ellos derrocha un carisma a nivel individual -que ya conocimos por separado en anteriores series y películas UCM- que se eleva a la enésima potencia cuando funcionan en equipo y su química es pura gasolina para la historia y la hace realmente divertida.

Aunque Thunderbolts* tiene escenas de acción espectaculares, coreografías impresionantes y un poderoso villano con un trasfondo tan poderoso como prometedor, lo que la distingue es la idea inicial con la que partíamos: no son seres extraordinarios ni héroes tradicionales, sino que su determinación sea inquebrantable porque cuentan con lo más valioso, que es su propia humanidad.

Además, la película logra ser emotiva y abordar temas complejos como el trauma y la salud mental, sin dejar de ser divertida y carismática. Es una bocanada de aire fresco para la franquicia, aunque debe enfrentarse al desafío actual de las películas de Marvel: la disminución del entusiasmo de los fans. En cualquier caso, el final responde a las preguntas planteadas y deja con ganas de más Marvel, justo lo que necesitaba la Fase 6.