Aunque poco visible, la soledad en personas mayores tiene consecuencias más graves para la salud que la obesidad, especialmente en términos de muertes prematuras. El aislamiento social, común en la tercera edad, incrementa el riesgo de padecer enfermedades físicas, trastornos mentales y deterioro cognitivo severo.

El ser humano necesita del contacto social desde su nacimiento. La interacción con familia y amistades proporciona afecto, sentido de pertenencia y apoyo emocional. Sin embargo, con el paso del tiempo y la llegada de la vejez, muchas personas pierden esos vínculos, viéndose enfrentadas a una de las amenazas más duras del envejecimiento: la soledad.

Cuando las familias no pueden brindar la atención y compañía necesarias, los cuidados a domicilio pueden convertirse en una solución eficaz. Los cuidadores no solo prestan asistencia práctica, sino que son seleccionados para que conecten emocionalmente con la persona mayor, llegando incluso a establecerse relaciones de amistad.

El impacto de la soledad en la salud

Estudios recientes indican que la soledad provoca un aumento en los niveles de cortisol, la hormona del estrés, lo que eleva la presión arterial, favorece el insomnio y agrava los síntomas de la depresión. También se han observado consecuencias como mayor agresividad, retraimiento, actitudes hurañas y pérdida de funcionalidad social.

Investigaciones de la Universidad de Chicago han demostrado que el aislamiento puede generar trastornos cardiovasculares, afectar el sistema inmunológico y alterar el equilibrio endocrino.

En el plano emocional, la soledad deteriora la autoestima y apaga la motivación para relacionarse. El miedo, la tristeza y la falta de propósito invaden a quienes se sienten desconectados de su entorno.

El aislamiento prolongado se relaciona directamente con enfermedades como distimia, ansiedad, demencia senil, Alzheimer y Parkinson.

La soledad no deseada y sus consecuencias

La forma más nociva de este fenómeno es la soledad no deseada, la cual se manifiesta cuando se pierde contacto frecuente con seres queridos o se sufre la muerte de personas cercanas. Este tipo de soledad puede conducir al deterioro cognitivo, la pérdida de memoria y la reducción de las capacidades sociales, incluida el habla.

En estos casos, el acompañamiento emocional y social es fundamental. Los cuidadores a domicilio ofrecen una presencia constante, entrenada y humana, clave para preservar la autoestima, autonomía y bienestar de los mayores.

Señales de alarma y cómo actuar

Las señales de alarma incluyen pérdida del interés por la vida, nostalgia constante, sensación de inutilidad y falta de motivación. Si la familia no dispone del tiempo necesario para atender adecuadamente, la ayuda profesional puede marcar una diferencia decisiva.

Aconsejar actividades físicas, una alimentación saludable, estimulación cognitiva y participación en talleres o casales son acciones que ayudan a prevenir el aislamiento. Lo más importante es escuchar activamente a la persona mayor y hacerle sentir que forma parte de algo.

Cuándo aparece la soledad y cómo afrontarla

La jubilación, el deterioro físico o mental, la pérdida del cónyuge o la desatención familiar suelen ser los detonantes más comunes. Este cúmulo de circunstancias puede llevar a una profunda crisis existencial si no se aborda a tiempo. Aunque algunas personas mayores se muden con familiares, la falta de atención afectiva puede agravar su estado emocional.

Los hombres suelen experimentar antes los efectos de la soledad tras la jubilación, mientras que las mujeres lo hacen más tarde, debido a su mayor esperanza de vida.

El valor del envejecimiento activo

Cubrir el tiempo libre después de la jubilación es esencial para mantener la salud y el equilibrio emocional. El envejecimiento activo implica mantener relaciones sociales, realizar actividad física regular, cuidar la alimentación, descansar bien y realizar tareas cognitivamente estimulantes.

Actividades como la jardinería, la pintura, el aprendizaje de idiomas o el voluntariado son formas eficaces de mantener la mente y el cuerpo en movimiento. La interacción constante con familiares y amigos también es vital para evitar el aislamiento.

La compañía como medicina preventiva

La mejor contracara de la soledad es la compañía. El acompañamiento humano, el afecto y la integración social elevan los niveles de serotonina, mejoran el estado de ánimo y fortalecen la salud mental.

Un simple paseo, una conversación o un gesto de atención pueden ser suficientes para devolverle a una persona mayor las ganas de vivir. Estudios han comprobado que quienes disfrutan de compañía o cuidan de sus nietos tienen mayor esperanza de vida.

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