La humanidad atraviesa una transformación inédita: vivimos más tiempo que nunca y eso está reconfigurando la vida en todos sus aspectos. Para la psicóloga Laura Carstensen, de la Universidad de Stanford, el creciente número de personas centenarias no solo prolonga la existencia, sino que desafía las estructuras sociales tradicionales. Educación, trabajo, salud y jubilación forman parte de un sistema diseñado para vidas más cortas, hoy insuficiente ante una población que supera con frecuencia el siglo de vida.
Carstensen subraya la urgencia de diseñar una nueva hoja de ruta vital que permita aprovechar las oportunidades de la longevidad y evitar una crisis social. Su motivación nació a los 21 años, tras un accidente automovilístico que la obligó a pasar meses en una sala ortopédica. Allí percibió un trato desigual: médicos optimistas con jóvenes, pero indiferentes con mujeres mayores. Esa experiencia la llevó a preguntarse cuánto del envejecimiento es biológico y cuánto responde a condicionamientos sociales.
En su carrera clínica, trabajando con adultos mayores de bajos recursos, descubrió una resiliencia emocional que la inspiró a profundizar en el estudio de cómo afrontan los desafíos con equilibrio. “La juventud no es la etapa emocionalmente más satisfactoria”, afirma en sus clases en Stanford, rompiendo con la visión social dominante.
Bienestar emocional y percepción del tiempo
Sus observaciones cuentan con respaldo científico: el bienestar emocional tiende a mejorar con la edad. A medida que los años avanzan, las emociones negativas disminuyen, la estabilidad crece y la atención se dirige hacia lo positivo.
Su teoría se basa en la percepción del tiempo futuro. Cuando se percibe un horizonte vital amplio, predominan la exploración y la incertidumbre. Con la edad y la conciencia de la mortalidad, el foco cambia: lo positivo se valora más y lo negativo pierde peso. En uno de sus estudios, Carstensen comprobó que incluso al inducir en jóvenes la sensación de un final próximo, sus emociones se multiplicaban sin reducir la felicidad. En contraste, en la vejez, los estímulos positivos captan casi toda la atención.
Este giro cognitivo explica por qué la vida puede mejorar con el tiempo: cada etapa se disfruta con mayor gratitud y satisfacción.
Un recurso social sin precedentes
Las investigaciones de Carstensen también destacan el valor social de los adultos mayores: mayor propensión al perdón, a la conducta prosocial, al equilibrio emocional y a compartir conocimientos. Nunca antes en la historia hubo tantas personas en edad avanzada, lo que convierte a este grupo en un capital humano único.
Una oportunidad histórica
Durante milenios, la esperanza de vida apenas alcanzaba los 18 a 20 años. Hoy, gracias al progreso científico, tecnológico y cultural, vivir 100 años es cada vez más común. Este fenómeno obliga a repensar de raíz los sistemas de salud, educación y jubilación, en un desafío que combina riesgo y oportunidad para las sociedades contemporáneas.