París, la ciudad que transformó la muerte en arte, ha dado un nuevo giro a su relación con la memoria y la posteridad. El gobierno local lanzó un sorteo inédito que permitirá a los ganadores ser enterrados en tumbas patrimoniales abandonadas, a condición de que financien su restauración. La iniciativa, tan singular como simbólica, busca dar respuesta al problema de saturación que enfrentan los cementerios parisinos y, al mismo tiempo, preservar el patrimonio funerario de la capital francesa.
El programa contempla 634.000 concesiones de tumbas, un número que refleja tanto la magnitud del desafío como la dimensión histórica de los camposantos parisinos. Para muchos, descansar junto a figuras emblemáticas como Jim Morrison, el mítico cantante de The Doors sepultado en el Père-Lachaise, o la filósofa Simone de Beauvoir, en el cementerio de Montparnasse, era un anhelo imposible. Ambos lugares, al igual que Montmartre, se encuentran saturados desde principios del siglo XX, y sus tumbas —protegidas por leyes patrimoniales— no pueden demolerse ni reutilizarse libremente.
La solución del Ayuntamiento fue ingeniosa: abrir un concurso que combina memoria, arte y compromiso cívico. Treinta monumentos funerarios serán “puestos en juego”: diez en Père-Lachaise, diez en Montparnasse y diez en Montmartre, distribuidos de manera equitativa. Los ganadores obtendrán el derecho de uso de las tumbas, pero también la obligación de restaurarlas y mantenerlas, preservando su valor histórico y artístico. En caso de incumplimiento, la concesión será anulada y el comprador perderá la inversión, según advirtió el municipio.
El interés fue inmediato. “En las primeras 24 horas se registraron 1.000 clics en los expedientes de candidatura”, informó Paul Simondon, responsable de asuntos funerarios del Ayuntamiento de París. La respuesta ciudadana revela que, más allá del morbo o la curiosidad, existe un creciente interés por reconciliar la vida urbana con la memoria de sus muertos, integrando la preservación cultural en la gestión de los espacios públicos.
El primer cementerio en iniciar el proceso será Père-Lachaise, el más célebre de todos. Fundado a comienzos del siglo XIX y nombrado en honor al confesor de Luis XIV, François d’Aix de La Chaise, se extiende sobre 44 hectáreas en el distrito 20 de París y alberga alrededor de 70.000 tumbas. Su diseño combina la naturaleza de un parque inglés con la solemnidad de un templo de la memoria, donde coexisten estilos góticos, neoclásicos y haussmannianos. Considerado una necrópolis monumental, Père-Lachaise es también un museo al aire libre, donde reposan figuras esenciales de la cultura occidental: desde Oscar Wilde y Frédéric Chopin hasta Édith Piaf y Marcel Proust.
La propuesta del Ayuntamiento no solo busca resolver un problema logístico, sino redefinir el vínculo entre los parisinos y su legado funerario. En una ciudad que ha hecho del arte, la historia y la belleza un modo de vida —y de muerte—, el sorteo de tumbas patrimoniales introduce una nueva forma de participación en la conservación del pasado, permitiendo a los vivos integrarse a la memoria colectiva de París, incluso más allá del tiempo.
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