En ciudades de todo el mundo, gobiernos locales y organizaciones civiles han puesto en marcha programas comunitarios dirigidos a adultos mayores para evitar su aislamiento. Un ejemplo destacado es el “Proyecto Brújula” en Benidorm (España), que a través de voluntarios detecta a mayores en riesgo, los acompaña y les ofrece actividades para fortalecer sus vínculos sociales.
Este enfoque proactivo permite identificar a quienes viven solos o tienen pocas redes y derivarlos a otros servicios de bienestar social. Además, se ha creado una red de comercios y centros comunitarios para que los mayores tengan “puntos de encuentro” reconocibles y amistosos.
La experiencia demuestra que la combinación de detección temprana, voluntariado y espacios comunitarios puede marcar una diferencia concreta en la calidad de vida de los mayores vulnerables.
Muchos expertos en envejecimiento plantean que este tipo de programas deberían expandirse, replicarse en otros municipios y recibir más financiamiento: no solo como programas sociales, sino como parte de la estrategia de salud pública frente al envejecimiento poblacional.

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