A mitad del invierno, con semanas todavía por delante antes de la llegada de la primavera, persiste una preocupación recurrente en el ámbito de la salud pública: la alta circulación de virus respiratorios. Y en el caso de la población adulta mayor, el riesgo asociado no es menor, ya que diversos factores fisiológicos y conductuales incrementan su vulnerabilidad ante cuadros respiratorios propios de esta temporada.
La doctora María Ignacia Morales, geriatra de la Sociedad Chilena de Medicina del Estilo de Vida (Sochimev), entrega un diagnóstico claro sobre el panorama actual. “Actualmente, los virus respiratorios de mayor circulación son el virus respiratorio sincicial (VRS), especialmente en niños menores de cuatro años”, señala, aunque advierte que no se trata de un fenómeno exclusivo de la infancia.
“La circulación del rinovirus, causante del resfrío común, y de la influenza tipo A también es alta”, precisa Morales, antes de introducir un componente menos visibilizado: los factores del estilo de vida que inciden directamente en la respuesta inmunológica del organismo frente a estos virus.
Estilo de vida como variable crítica
“El estilo de vida juega un rol clave en la vulnerabilidad frente a los virus respiratorios. El tabaquismo, el sedentarismo, una alimentación inadecuada, altos niveles de estrés o un sueño insuficiente influyen negativamente en la inmunidad”, detalla la especialista, agregando que estos hábitos debilitan la capacidad del organismo no solo para evitar infecciones, sino también para reducir su severidad una vez contraídas.
¿Frío y enfermedades? Una relación no tan simple
Respecto de la creencia común de que los cambios de temperatura provocan enfermedades, la doctora Morales matiza: “No está claro que la oscilación térmica en sí favorezca la propagación viral”. Si bien virus como la influenza o el VRS presentan patrones estacionales definidos, los mecanismos detrás de esa recurrencia aún no están completamente comprendidos.
Aun así, hay evidencia que sugiere que un descenso en la temperatura corporal podría favorecer la replicación viral. “Por lo tanto, la creencia de que ‘pasar frío te enferma’ no es del todo errada”, aclara.
Inmunidad: un sistema entrenable
Morales subraya que la inmunidad no es una variable pasiva: se puede fortalecer activamente. “Hábitos saludables como la actividad física regular, una alimentación equilibrada, un sueño reparador y evitar el consumo de sustancias tóxicas robustecen el sistema inmune. Esto mejora su capacidad para combatir infecciones y también optimiza la respuesta a las vacunas”, concluye.
El mensaje es claro: más allá de vacunas y tratamientos, el estilo de vida continúa siendo un eje subestimado pero decisivo en la salud invernal, especialmente en adultos mayores.
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